miércoles, diciembre 16, 2009

Las cartas

De pronto me vi en el aeropuerto; sentía frío y escuchaba muchos murmullos y voces y una gran voz que avisaba por un parlante. Estaba como si hubiese recién despertado: me sentía confundido, miraba a todos lados; era como si hubiese estado en un lindo sueño (donde todo era muy real y lógico) pero luego hubiese despertado súbitamente, cayendo en mundo oscuro, lleno de gente, de desorden y caos.
Por instinto caminé hacia el paradero. Lo hice lenta y tristemente. Mientras sucedía eso, la gente pasaba rauda y despreocupada. Muchos de ellos hablando por celulares, se dirigían hacia algún extraño punto. Yo no entendía nada y el frío se hacia sentir aún peor.
Llegué hacia el bus y me recosté en el tibio asiento: "Las cartas, las cartas", sonó esa frase en mi cabeza. Como niño en navidad, abrí rápidamente mi mochila donde había guardado el sobre. Logré encontrarlo y posteriormente lo leí. Contenía dos cartas, las cuales las leí detenidamente. Confieso que cuando empecé a leer la tercera y cuarta línea, mis ojos comenzaron a humederse, de tal forma que se escurrieron dos pequeñas gotas por mis mejillas pero, sin saber por qué.
Luego de leer las cartas seguí absorto y tratando disimular mis ojos húmedecidos frente a los pasajeros del bus. De repente, sonó mi celular: en el mismo instante que comencé a escuchar una dulce voz, comprendí que en realidad no había estado soñando. Siempre estuve despierto, viviendo en un mundo tan perfecto como cualquier filosófoso o escritor lo hubiera imaginado. Había comprendido todo. Aquel mundo lo estaba viviendo también ahora, pero ya sin ella. Entonces, ¿qué me hacía sentir nuevamente en un sueño?. Ella se había ido, e incluso se había llevado un pedazo de mí, y ella: ella se había quedado en mi corazón.

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